¿CONSTRUCCIÓN O DECONSTRUCCIÓN? ¿SOCIAL O NATURAL?

¿CONSTRUCCIÓN O DECONSTRUCCIÓN? ¿SOCIAL O NATURAL?


La ciudad (polis) es una de las cosas que existen por naturaleza;
y el hombre es, por naturaleza, un animal político. Aristóteles

Al mencionar el término “ciudad” en un contexto llamado urbano, a la memoria asaltan diferentes situaciones vinculadas a lo que sucede en la inmediatez, en el diario vivir, más sin embargo cuando este término se utiliza en un contexto rural, ya no vienen imágenes de forma tan rápida y más bien se acude a recuerdos, a chismes, a cosas vistas o escuchadas en los medios. No se trata de formalizar una significado de diccionario, la intención está dirigida hacia notar que la ciudad es particulrizante y que se crea según los usos y desusos que los habitantes le den y también los imaginarios que se creen alrededor de ella frente a sus espectadores.

Sin lugar a dudas y aunque en algunas ocasiones se quiera negar, la ciudad surge y debe su historia a las organizaciones rurales, es decir la ciudad es una reorganización del campo, de la naturaleza. Para nadie es un secreto que en esos imaginarios y definiciones superficiales de lo que es la ciudad, se emplean contrastes incoherentes entre el campo y la ciudad, es decir se recurre al detrimento de uno para exaltar al otro. No en vano todos sabemos y recordamos lo que era el sueño americano, el imaginario de una vida dentro de la urbe llena de lujos, oportunidades, novedades, sofisticación, tecnología, superioridad, complejidad intelectual y otros atributos más, esto era vendido con su contraparte de propaganda en un país como el de Colombia, que hasta hace muy poco era visto como una gran extensión de tierra incivilizadas, es decir carecía de ciudades reales, porque lo que interesaba era vilipendiar nuestras organizaciones.

Ahora, no estoy en contra de las organizaciones sociales, ni la construcción de ciudad, porque reconozco que la sociedad humana está en un constante cambio y evolución y por tanto sometida a trasformaciones, pero no me dejo de cuestionar sobre el por qué se permitió que nuestra cultura indígena, nuestra organización rural se haya denigrado, es decir muchos de avergüenzan de decir que vivieron en el campo, o que tiene raíces indígenas. Estas situaciones trascienden en las diferentes esferas de la sociedad, por ejemplo un hecho muy conocido, es el del consumo de chicha, una bebida indígena que fue rechazada por creer en los imaginarios que ofrecía la ciudad industrializada, es decir una empresa alemana que vendía cerveza tenía mucho más caché, fue mejor empoderada por ser externa, por simbolizar civilización y se permitió que una cultura extranjera aboliera con una tradición local.

Las nuevas posturas culturales contemplan que se deben aceptar nuevas ideas, costumbres, tradiciones siempre y cuando se pueda hacer una simbiosis con lo que ya se tiene, más sin embargo vemos que en nuestra ciudad difícilmente logramos compenetrar nuestras ideas, preferimos negar, abolir, olvidar porque nos han vendido la idea que lo nuestro no tiene ningún valor, porque proviene de una estructura rural, agraria, natural.

Siempre me ha causado un particular interés nuestros orígenes indígenas, y más aún cuando muchas de las costumbres urbanas tienen un trasfondo rural, es decir a pesar que se avergüence de cierta manera de la tradición llamada popular -porque hasta este término ha sido menospreciado- hay prácticas actuales que se realizan en la ciudad que de cierta manera nacieron en la cultura indígena. O es que es muy citadino y exclusivo el uso de piercing, adornos, joyas, ¿no eran nuestros ancestros los mejores orfebres?; y qué decir de los tatuajes, ¿fueron los de la ciudad quienes ingeniaron el arte de pintar en el cuerpo?. Sin lugar a dudas, la ciudad es una trasformación de la ruralidad, ahora bien no me corresponde a mí juzgar si está bien o mal, mi pretensión es generar el interrogante.

Es así como los habitantes de las grandes metrópolis adoptan diferentes maneras, formas y estrategias de vivir la ciudad, esto está condicionado a aspectos sociales, económicos y culturales. Cada persona tiene su visión diferente de concebir e imaginar la ciudad y adoptan prácticas sobre los territorios que habitan, o también podríamos afirmar que se adaptan a las condiciones a las que en muchas ocasiones se ven obligados a vivir. Porque es innegable, que por lo menos para poder hablar con propiedad de la ciudad Bogotá, no nos podemos conformar con aquellos imaginarios idealizados, la ciudad es más que ello y es en todas las realidades que tiene -los barrios de suburbios, los desplazados, la indigencia y demás fenómenos que si bien es cierto no son nuevos, ahora se están visibilizando más- los que permiten observar, describir, relatar y explicar lo que realmente significa hoy en día ciudad bogotana.

Y es todo ello lo que convierte a la ciudad en un interesante, privilegiado y frágil laboratorio de estudio sociológico. Porque a pesar que hablar de ciudad, involucra grandes edificios, largas y amplias avenidas, una gran cantidad de carros, muchas personas, movimiento, inseguridad, maldad e inseguridad, también se le suma más posibilidades, mayores oportunidades, variedades de culturas, diferentes clases sociales en fin, una urbe cosmopolita. Y es que la cuidad significa algo más que una simple unidad geográfica, es un constructo que tiene costumbres, tradiciones y sobre todo, su significación se debe a la gente que la conforman, - la ciudad es un área cultural donde se constituye el hombre civilizado-.

Esto significa que la ciudad tiene movimiento, tiene transformaciones como la energía misma, tiene múltiples expresiones culturales, cambia de formas, no por sus espacios físicos como tal, sino por las personas que las habitan. Por este motivo, la ciudad es un espacio con áreas naturales, con comunidades locales entendidas como microsociedades dentro de la urbe, que suscita diferencias de lenguaje, esculturas de tipo abstracto y variadas formas de escritura, se da segregación social urbana, tiene incidencia de la movilidad o la economía en los grupos sociales urbanos, se presenta el control social y crea una publicidad específica. Cada ciudad es un microcosmos.

En concordancia con lo anterior, hablar de una ciudad bogotana, significa reconocer la realidad de Bogotá, con sus profundos problemas de movilidad, lo que parecía ser un salvavidas para el trasporte público de la ciudad -Transmilenio- se convirtió en un foco de problemáticas de todo tipo. Y aprovecho particularmente esta situación para ejemplificar una cotidianidad citadina. En este medio de transporte se pone en evidencia parte de las prácticas culturales actuales, la agresividad, el querer pasar por encima del otro, es estar preocupado por el bien propio, el buscar la comodidad individual y otros comportamientos que afloran en los llamados ciudadanos al ingresar al sistema; esta institución por medio de algunos prácticas pretende general algunos tipos de control social como lo puede ser la visibilización de sillas azules, la señalización de fechas amarillas, la utilización de mecanismos técnicos (pago con tarjeta), entre otras acciones están en procura de ejercer condicionamientos y controles en la población.

Pero en este caso específico, sin ahondar en detalles colapsó el sistema, fue insuficiente para la creciente población citadina y ello ha generado otro tipo de situaciones como lo son las protestas que lamentablemente degeneran en actos vandálicos. Más prácticas citadinas copiadas de la ruralidad, ¿o es que en el campo ante la adversidad no se lucha, no se protesta? Y aquí siguen surgiendo fenómenos de la ciudad, porque aparecen nuestros entes de control estatal, que mal o bien siguen ordenes, la policía y especialmente el ESMAD se han posicionado dentro del imaginario del ciudadano como la figura de represión que causa miedo y temor y por ende al que se debe obedecer.

Ahora bien, si recordamos el fenómeno del desplazamiento y lo asumimos no desde su ámbito social sino como un ejemplo de adaptación, podemos afirmar que la ciudad tiene hostilidades generadas por esa segregación natural, en donde no acepta a aquellos que han sido relegados y que de una u otra forma se han estigmatizado como menos aptos. De hecho el mismo juego de palabras “fenómeno de desplazamiento” ya está cargado de ese rechazo, y aunque la ciudad abre sus puertas, también las cierra a quienes no le conviene y perjudica su crecimiento, una cuestión darwiniana: la selección natural o en este caso se debería llamar selección citadina, urbana.

Pero también se presenta la otra cara de la moneda, en donde no es la ciudad la que se muestra hostil sino es el ciudadano que agrede y quiere imponer sus políticas y mandatos, por lo general fuera de la ley. De estos casos podemos mencionar a los delincuentes, quienes se organizan en determinados lugares y toma sentido el adagio “Dios los crea y ellos se juntan”, se ubican en barrios llamados marginales (sino todos si una mayoría), creando urbes que son reconocidas por los demás ciudadanos como las ollas de la ciudad, lugares peligrosos en donde se han creado otro tipo de “normas” para poder convivir, porque aunque existe estigmatización por los barrios y localidades, se reconoce que no toda la población que habita allí son delincuentes. Localidad Ciudad Bolívar, es un claro ejemplo de ello.

No es fácil llegar a una visión holística de la ciudad, ni mucho menos pretender que exista una compresión y convivencia pacífica entre todos los habitantes, más aún cuando no se cuenta con:1) políticas estatales que posibiliten una real inclusión social, la equidad de género, la igualdad de oportunidades laborales, el acceso a la educación, entre otros y 2) una verdadera cultura y costumbres ciudadanas. Tal vez esto no se da porque se ha desdibujado la imagen de lo público, en donde se asume como lo que se puede robar, relegando esa frase de “de todos y de nadie”. Porque si bien es cierto, la ciudad no busca una unidad excluyente, si considera la existencia de unos mínimos que permitan construir y edificar sociedad.

Otro aspecto importante dentro de la gran ciudad, infaltable de mencionar es la familia, que más allá de hacer parte de una elucubrada frase de cajón, el sentido de “familia” que se tiene hoy en día ha sufrido modificaciones y pareciera que en algunos casos no tiene la relevancia que antes tenía. Ahora se habla de familias disfuncionales, pero hasta que punto eso sí existe. Considero que más que ser disfuncionales, deberían catalogarse como que tienen otra forma de funcionar, el interrogante que surge y que nuevamente no me compete juzgar, es si efectivamente es la mejor manera de hacerse. Esa sí como la familia citadina hoy en día no tiene una única forma de representación, sino todo lo contrario variadas. La mujer cabeza de hogar, el hombre cabeza de hogar, los matrimonios, las uniones libres, todo ello ha causado cambios profundos en la organización y por tanto forma de actuar del ciudadano.

Y aunque no lo parezca, prefiero la ciudad con todo y todo lo que significa vivir en ella, con aspectos malos y buenos, la “jungla de hierro y cemento” ha sido bastante amigable conmigo, brindándome un sinfín de alternativas y posibilidades, pero para concluir quiero mencionar que sin culpar a la globalización, la inmediatez que se impone ante las nuevas tecnologías de la información o el papel de la ciudad ante los retos ecológicos del planeta, no deben ser relegados, todo lo contrario al ser la ciudad un resultado del campo y en sí de la naturaleza, más que seguir atentando contra ella le debe todo su respeto y compromiso, porque de que nos sirve un mundo totalmente tecnificado sin campo, sin fuentes de alimentos, sin fuentes hídricas. Necesariamente debe existir un equilibrio y en lugar de continuar causando confrontaciones entre campo y ciudad se deben llegar a acuerdos y poner en marcha el tan llamado desarrollo sostenible.

La ciudad es el fruto de la debilidad humana
al verse incapaz de adaptarse a la tierra,
adaptó la tierra a él. Anónimo



BIBLIOGRAFÍA

Park, Robert Erza (1999). La ciudad y otros ensayos de ecología urbana. Barcelona: Ediciones del Serbal.

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