UN CASO ESPECIAL

UN CASO ESPECIAL
 Por Yuranni Forero Clavijo


Para muchos está claro que es un caso de secuestro, pero otros tantos se han enfrascado en los detalles y en minucias poco relevantes, como lo puede ser lo que dijo el uno, lo que escribió el otro en el twiter, que si vestía una cosa o la otra y otros temas que se han generado en torno a la situación.
Se ha hecho un énfasis especial sobre lo que vestía Langlios, y aunque si bien es cierto que a pesar del contexto en el que se encontraba no debía vestir ropa militar, ya que el periodismo se asume como neutral, esto no puede convertirse en el tema central del discurso. Porque pareciera que se busca de alguna forma disculpar y solapar el problema de fondo que es el hecho que un ser humano fue víctima de un atentado contra la humanidad, y aunque en Colombia esto ya no nos escandaliza, este hecho debería despertar mayor controversia. Creo que este hecho pone en escena una sociedad indolente, acostumbrada a los vejámenes que se comenten contra la humanidad.

Y más allá de que en específico fue un extranjero la víctima del secuestro, privada de su libertad, es un ser humano como cualquier otro, como los miles de colombianos que han sufrido este terrible crimen, pero como absurdamente también tenemos una cultura que ama e idolatra todo lo que es de afuera, nos hace escandalizar porque le sucedió a una persona de un país europeo.

Así, este caso ha develado varios puntos: la indolencia de los colombianos frente a situaciones de secuestro porque insanamente se han convertido en algo normal,  reafirmar que como colombianos tenemos una idolatría por lo extranjero superponiéndolo a nuestra cultura local, una vez más se pone en evidencia el conflicto armado colombiano, que después de 60 años ya a cualquiera le aburre el tema. Pero aquí es donde hay que detenerse un poco y trabajar para lograr sobrepasar esa mirada indiferente o acostumbrada que hemos asumido los colombianos.

Otra de las situaciones que se pone de manifiesto es la falta de conexión entre los estamentos oficiales del gobierno que un día dicen una cosa, otro día otra y los actores involucrados manejan diversas versiones del mismo hecho. Y con relación a ellos, también me permito mencionar que este sí que ha sido un escenario para evidenciar que se tienen una imagen totalmente desdibujada de lo que es la opinión pública y de lo que significa tener acceso a los medios de comunicación. La responsabilidad que ello involucra no es tenida en cuenta por muchos, sino que más bien se convierte en un lugar de opinadero.

A todo lo anterior se le suma la situación del periodismo en Colombia, en donde para nadie es un secreto que los gobiernos de turno han influido de manera insidiosa en cómo se ejerce esta profesión, porque así me atrevo a llamarla, no como un oficio que cualquiera puede hacer sino como una profesión que se ejerce por personas expertas, que se involucran de manera investigativa y profesional, valga la redundancia.

Y es que aunque no es tema puntual, esa es otra pata que se sale al gato, los periodista no tenemos el reconocimiento que deberíamos desde la parte legislativa, hasta el posicionamiento en la sociedad. Pero no oculto que muchas de estas situaciones son a causa de algunos mal llamados periodistas que con artimañas, sobornos,  arrodilladas hacen quedar mal al gremio. Sin desviarme del tema, en este caso en especial, sale a relucir la estigmatización que se hace a los periodistas que cubren las noticias cuando lo hacen ubicados desde la guerrilla, que no significa lo mismo que estar de lado de ellos. Esto, muchos no lo comprenden como el caso del expresidente Uribe que tachó a  algunos periodistas como promotores del terrorismo, solo por querer informar desde los diferentes ángulos y perspectivas en donde se genera la información.

Así las cosas, a pesar que no es una situación para aplaudir ni repetir, sí se debe aprovechar para que todos los que nos llamamos periodistas y ostentamos con orgullo esta designación, manifestemos a través de nuestro quehacer la posición que asumimos frente a  la realidad de nuestra sociedad colombiana, sin telones, ni maquillajes, sino tal cual se descubre frente al ciudadano.

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